Cuando llueve
se crea una capa acuosa que nos hace perder adherencia y contacto con el suelo.
Si esa pérdida fuera total, acabaríamos patinando y sufriendo un accidente.
Para minimizar en la medida de lo posible esa pérdida, los fabricantes de
neumáticos diseñaron unas estrías cuya función es expulsar el agua hacia los
laterales, permitiendo así despejar de líquido la zona por la que deben rodar.
Conservar los
neumáticos en buen estado es esencial para nuestra seguridad. Se debe mantener
una profundidad mínima de 1,6mm. en las ranuras de evacuación, siendo
recomendable circular con una profundidad de al menos 2mm.
Si por razón
de la velocidad o el mal estado de los neumáticos, no consiguieran nuestras
ruedas expulsar la cantidad de agua necesaria para mantener la adherencia, se
produciría el fenómeno denominado: aquaplaning. Eso significa que el neumático
sólo tiene contacto con el agua y no con el suelo, flotando sobre la superficie
mojada y haciéndonos perder el control.
Sabemos como
evitar que se produzca: llevar las gomas en buen estado, con la presión
adecuada y adaptar la velocidad y las maniobras a las circunstancias de la vía.
¿Pero, alguna vez nos hemos planteado cómo actuar si finalmente ocurre?
El primer paso
para afrontar situaciones de cierto riesgo es mantener la calma y comportarse
de forma mecánica, siguiendo unos patrones que previamente habremos tenido que
aprender. Es necesario saber esto y mostrar una actitud positiva para manejar
cualquier situación que nos exija mayor control.
El primer
paso, después de la actitud positiva, será sujetar el volante firmemente sin
permitir, en la medida de lo posible, oscilaciones laterales. Esto se debe a
que mientras el vehículo se encuentre con las ruedas bloqueadas no responderá a
los giros, pero en el momento que vuelva a tener contacto con el pavimento, se
podría producir un derrape de cierta consideración. Por lo tanto, debemos
procurar, dentro de la imposibilidad de dirigir el automóvil, mantener la
trayectoria original.
Por el mismo
motivo, no debemos dejar de acelerar y tampoco aumentar la aceleración. Que las
ruedas sigan girando a la misma velocidad al tocar el asfalto, que cuando
dejaron de tener contacto con el suelo es indispensable para garantizar un buen
control.
Dado que no
podemos dejar de acelerar tampoco podemos utilizar el freno de servicio y menos
todavía el de mano. Si frenásemos podríamos bloquear por completo las ruedas,
evitado que expulsaran el líquido que hasta ese momento seguían evacuando en
una cantidad mínima y provocar el derrape del vehículo, dando lugar a una
situación aún más complicada y peligrosa.
Lo normal es,
que al aplicar estas tres medidas, salgamos ilesos del charco y todo quede en
un susto de apenas unos pocos segundos de duración.
Si vemos que
la bolsa se agua está ocupando una anchura tal que no vamos a poder esquivarla,
es recomendable forzar la entrada con las cuatro ruedas; siendo muy peligroso
cuando sólo permitimos que entren dos ruedas de un mismo lado, pudiendo
producirse trompos y latigazos bruscos, capaces de dejarnos colocados en
sentido contrario al del carril.
Si vemos que
no es posible introducir las cuatro ruedas, tendremos que estar preparados para
un posible derrape.
Lo más
habitual en casos de aquaplaning es que el coche sobrevire, es decir; derrape
de la parte trasera. Para controlar ese derrape hemos de olvidarnos de dos
pedales: embrague y freno. Vigilaremos hacia qué lado se marcha la parte
trasera y acto seguido giraremos el volante hacia ese mismo lugar, con rapidez
pero con suavidad y sin efectuar un giro excesivo (con menos de un cuarto de
vuelta suele ser más que suficiente). Mientras hacemos esto conviene dar un
toque ligero de acelerador para ayudar al automóvil a recuperar su trayectoria
habitual.
Finalmente, pudiera
suceder que derrapásemos con la parte delantera (subviraje). En este caso será
importante olvidarnos de todos los pedales y centrarnos exclusivamente en el
volante, que deberá ser girado hacia el lado contrario. Una vez nos hagamos con
el control y mantengamos la trayectoria, tomaremos las medidas oportunas para
continuar: cambiar de marcha, frenar o acelerar, dependiendo de cómo haya
resultado la situación.
En cualquier
caso, nunca hemos de olvidar que la formación vial y la conducción defensiva
nos ayudarán a evitar accidentes, mientras que la práctica, la experiencia y
conocer las diversas técnicas, serán elementos claves para garantizar una
actuación correcta en caso de que se produzca algún incidente de cierto riesgo.