Últimamente
empezamos a oír hablar de una tecnología en vías de desarrollo, la conducción
autónoma.
Ante la
perspectiva de que un día los coches conduzcan solos, algunos sentimos cómo
puede verse amenazado eso que tanto nos gusta, sobre todo al poner el debate de
si un coche autónomo es más seguro.
Conducción autónoma
¿Qué es la
conducción autónoma?
Grosso modo, se
trata de que una máquina asuma la tarea de conducir. Eso implica percibir la
información que rodea al vehículo, procesarla y tomar las decisiones que sean
necesarias para llegar al destino, respetando las normas de circulación ya
conocidas y protegiendo la vida de las personas o la integridad de su carga.
A nivel
computacional, el hecho de conducir tiene una extraordinaria complejidad. Aquí
todos hemos visto un videojuego de conducción y ya vemos máquinas conduciendo.
Lo que pasa es que no hablamos de una simulación, donde todos los factores
están acotados, nos referimos a algo tan caótico y complejo como el Mundo Real.
Para recopilar
toda la información relevante para la tarea de conducir hacen falta múltiples
sensores y de tipos muy variados: visión artificial, percepción del sonido,
medición de distancia a obstáculos mediante microondas, posición por GPS,
sensores de condición atmosférica… Lo hacemos todos los días pero para nosotros
es algo ya natural.
Los prototipos
que están en circulación conduciendo “solos” necesitan capturar constantemente
información de naturaleza muy variada, van muy cargados de sensores, apéndices
y antenas. Toda esa información es, informáticamente hablando, cuantiosa, por
lo que hace falta mucha potencia de cálculo para procesarla en tiempo real.
Los retrasos en
la toma de decisiones no son aceptables, de ahí que hable de tiempo real. Ahora
mismo los prototipos tienen casi todo el habitáculo y parte del maletero llenas
de sensores, cables, equipo informático y demás parafernalia. Es difícil
imaginar hoy un uso práctico de eso.
Conducción humana
Nosotros, en la
cima de la cadena alimenticia y evolutiva, procesamos de forma natural mucha
información. A diferencia de una máquina, no somos capaces de tomar una
decisión en milisegundos, tenemos un tiempo de reacción. La información la
captamos bien, pero no la trabajamos lo suficientemente rápido.
Por otra parte,
el homo sapiens no funciona igual que una máquina basada en la estricta lógica
y matemáticas. Una persona conduce distinto en función de su edad, estado
anímico, salud, sus posibilidades psicomotrices e incluso por sus gustos
personales.
El simple hecho
de conducir tiene un componente pasional y otro racional. La conducción
autónoma se basa en la racionalidad pura y dura. Nunca veremos a un ordenador
saltarse las normas de circulación que le han sido programadas.
Análogamente,
muchos creemos que si se eliminasen las decisiones humanas en la conducción,
los accidentes de circulación se reducirían hasta tal punto que hablaríamos de
algo residual.
La tercera vía
Por un lado está
la conducción totalmente humanizada, por otro la totalmente informatizada. Apostamos
por un tercer modelo, y es la convivencia entre la conducción manual (o
asistida) y la automatizada por completo. Eso ya ocurre en el sector de la
aviación, donde no siempre el piloto está a los mandos, y lo está un ordenador.
Por lo tanto,
creo que los amantes del motor y la conducción —aunque no tenga ninguna
finalidad práctica— no deberíamos temer a este cambio, sino adaptarnos a ello.
La transición durará décadas por mucho que avance la tecnología.