Dependiendo de
las circunstancias, la carga que soportan los neumáticos no es algo constante
ni parejo entre ellos y que la fuerza de tracción depende directamente de eso.
Entrando
apenas un poco más en detalles, podemos afirmar que eso puede ocurrir cuando se
aplica una fuerza sobre el centro de gravedad de un vehículo, así mientras unas
ruedas pasan a soportar más peso a otras le ocurrirá lo contrario, llegando en
condiciones extremas a despegarse del piso.
Aprovechemos
para incluir otro concepto, el de composición de fuerzas. Este nos dice que
cuando sobre un mismo punto actúan simultáneamente varias fuerzas, el efecto
que producen todas ellas es idéntico al que produciría una sola fuerza
equivalente a la suma vectorial de las anteriores.
Sabemos
entonces que todas las fuerzas que actúan sobre un vehículo pueden ser
agrupadas en una sola que producirá el mismo efecto. (En realidad esto es
bastante más complejo.) También estamos al tanto que la aceleración, freno y el
giro, sin olvidarnos de la siempre presente gravedad, están relacionados con
fuerzas.
Llevándolo al
tema que nos ocupa, al transitar por un camino sinuoso, y con ello nos
referimos a aquel que presenta curvas y contracurvas constantes, incluso con
radios cambiantes y frecuentemente muy cerrados, el vehículo requiere de un
continuo cambio de fuerzas para poder mantener la trayectoria. Mientras que
frenar en línea recta descarga las ruedas traseras y sobrecarga las delanteras,
hacerlo en combinación con un giro, por la composición de fuerzas, dará una
distribución de cargas que se aparta de lo fácilmente predecible. Peor aún,
como la fuerza de rozamiento depende de la carga involucrada, tendremos que
cada rueda ejercerá una fuerza distinta, lo que de alguna manera
retroalimentará esa compleja situación, hecho que de por sí atenta contra la
estabilidad y la adherencia.
Nos
enfrentamos de esta manera con hechos complicados, donde las fuerzas actuantes
varían contantemente y de forma muy notoria por lo que nuestra única respuesta
inteligente será acotar al máximo posible el margen de error.
Si sabemos que
frenar o acelerar agregan cierto grado de esfuerzo, lo ideal será que
ingresemos a la curva siempre con la velocidad adecuada, tratando de evitar las
variaciones cuando ya estemos en ella. Recurriremos a los pedales sólo en caso
extremo, como puede ser cuando la maniobra resulta subvirante o sobrevirante.
De esta manera, dependiendo del tipo de tracción que posea el vehículo,
podremos ganar adherencia y retomar la trayectoria necesaria. En cuanto a la
dirección busque movimientos suaves y progresivos, los volantazos casi siempre
tienden a desestabilizar.
¿Qué hacer?
1) Frene
siempre antes de llegar a la curva, hacerlo sobre un tramo recto y con las
ruedas derechas siempre resulta más seguro y eficiente que hacerlo girando. La
velocidad al comenzar a girar debe ser la correcta para poder girar sin perder
estabilidad o adherencia por lo que deberá anticiparse la distancia suficiente
que le permita cumplir con este objetivo.
2) Comience a
acelerar suavemente solo cuando se ha logrado la segura estabilización del
vehículo y tiene completa seguridad de que el avance no se verá entorpecido por
ejemplo con un cambio en el radio de giro o una nueva curva. Anticípese al
camino, no se enfoque únicamente en el punto en el que se encuentra, trate de
ver todo lo lejos que le resulte posible.
En resumen, cuando transitemos por caminos
sinuosos, tratemos de utilizar movimientos suaves y mantener una velocidad que
nos permita tomar todas las curvas de manera controlada, si bien esto suele ser
difícil de evaluar en primera instancia, permanecer dentro de un margen seguro,
aún en demasía, nunca es una exageración. Los cambios de dirección constantes
en conjunto con freno o acelerador, a los que se pueden agregar pendientes o condiciones
de calzada desfavorables, producen situaciones no siempre fáciles de superar,
incluso para conductores con experiencia, por lo que la prevención y
anticipación son nuestras mejores aliadas.
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